Christian Font (Noviembre 2011)

Un héroe no tiene por qué ser un guerrero poderoso, ni un detective atormentado, ni un borrachín incurable al que le calce el traje de perdedor. Puede ser un niño, con su pelota, su liceo, sus enredos familiares y sus furtivas visitas a un no menos furtivo cine de barrio. Llamémosle «el muchachito» a falta de nombre de pila, y pongámoslo frente a un buen número de aventuras de entre casa, que sirven como un excusa a un cálido y lúdico homenaje al cine, o más bien al amor por el cine, y una mirada al pasado, exenta de amargura y narrada con ternura y humor.

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